jueves, 27 de mayo de 2010

27 de mayo



Ahora pago las multas por haber aparcado en tu prohibido. Por no haber respetado el vado que me enseñaste hace tiempo. Por montarme en tus aceras y saltarme todos tus semáforos en rojo. Por no pisarte el freno cuando no me guardabas la distancia de seguridad. Por creerme Ferrari entre tanta chatarra. Y por supuesto por no ponerte el intermitente cuando paré a soltar todo el lastre. Por entonces todavía llevaba la L a las espaldas y no sabía yo de las alegrías de llevarte de copiloto.

Nos metimos hasta el fondo y ahora nos damos cuenta de que esta calle no tiene salida. La marcha atrás no nos va a servir de mucho aquí. Aparca y relájate, me parece que nos falta mucho para salir de esta emboscada. Creo que atrás se está más cómodo, pero tampoco te acostumbres demasiado. No es el mejor sitio para echar el freno de mano. A mí me gustaría más dormirme en tu barriga y que Hércules viniera a despertarnos por la mañana.

Quizá mi única falta sean mis excesos, pero ya sabes cuánto me gusta correr por la autopista de tu cuello. Y hacer saltar todos tus radares. Que se vuelvan locos de tanto encenderlos a base de bien. Mirar al resto por el retrovisor nunca fue tan divertido. Ya no me importa dejarlos atrás y que pierdan nuestra estela.
Ya no hago otra cosa que mirar hacia delante, y aunque sólo veo carretera, sé que al final me esperas tú, con las luces de neón encendidas y un par de mapas todavía por descubrir.