viernes, 12 de noviembre de 2010

Carta a todas tus catástrofes


Querida amiga,

Ahora que los días se nos antojan un poco nublados por los chubascos que predecían antes de ayer, y que el sol parece haberse marchado a otra galaxia en la que quizás le hagan algo más de caso, a mí se me ocurre escribirte algo. Algo que quieras o no va a sonar muy feo. Pero es lo que tienen las palabras, y sobre todos las que empiezan por f de feo, de fin.

En primer lugar, no me gustaría que pensaras que estas líneas son producto de un deseo incontrolable de sacarme la mierda de los pulmones, que también, pero eso no es bonito decirlo en público. Si quieres después, cuando te metas en la cama, te lo confieso al oído. Pero sólo a ti.

Más bien diría que es fruto de las moscas que andan cagándose últimamente en mi sustancia gris. Y no es que sea algo medianamente soportable, no, es que realmente huele muy mal. Como a podrido, seco, cerrado y sin sentimiento. Sobre todo me huele a eso último. Y es algo que me desborda. Hacía tiempo que no venía a mí ese maldito olor… y claro, he tardado en reconocerlo. Pero ahora que ya lo he colocado en la goma de mi tirachinas, voy a estirar con fuerza para que salga disparado, a ver si con algo de suerte se estrella en la cabeza de alguien.

Ante todo, respira. Respira mucho. Se aconsejan unas diez veces antes de decir te odio. Y unos veinte años antes de decir te quiero. Respira despacio, intentando llenar enteros los pulmones, te aseguro que así es más fácil soltarlo después. Soltarlo todo, lo malo, lo bueno y lo regular.

Otra cosa importante que debes recordar es que no te está permitido llorar delante de nadie. Es de vital importancia que nadie te vea llorar. Los demás no pueden saber que eres débil, porque como cualquier alimaña que se precie, te agarrarán del cuello cuando te vean flaquear. Tú sonríe. Aunque por dentro te rompas como un plato de duralex.

Por supuesto, no le rías las gracias a cualquiera. Es algo que aborrezco, y que deberías aprender tan pronto como puedas. Aunque no te precipites, la vida te va a enseñar muy pronto a qué clase de persona has de enseñarle los dientes y a quien los labios.

Aprovéchate de todas tus oportunidades. Por si se vuelven a repetir, que tú ya vayas por delante.

Haz que la gente te admire. No necesitas hacer nada realmente bien. Sólo hay que saber venderse como algo único. No creas que es algo de prepotentes. Es supervivencia. Cuando consigas que la gente te admire no se atreverán a hacerte daño. O acaso tú le harías daño a tu madre. Yo no se lo haría a Serrat.

Confía en tus posibilidades. Más que nadie. Todos te abandonarán tarde o temprano. Tú desgraciadamente no lo harás nunca. Así que aprende a cuidarte. Y sobre todo a quererte mucho. No hay mejor amor que el propio.

No te dejes engañar. Todo el mundo querrá ponerte de su lado. Pero no debes hacer caso. Incluso cuando te prometan el mejor maná. El único camino que debes seguir es el tuyo. Si se te cruza alguno ofreciéndote un atajo ni le mires a los ojos. No existe nada que te haga más liviano lo que tengas que andar. Si se te presenta un camino más bonito, intenta hacerlo paralelo al tuyo, pero no los unas nunca. Podréis haceros compañía mientras andáis, pero nunca podréis andar el camino del otro. ¿No te das cuenta que a tu meta sólo llegarás si andas tus propios pasos?

Y para terminar, si alguna vez tienes dudas sobre qué debes hacer, no pienses en nadie más que en ti. Al fin y al cabo, tú eres la única responsable de tu felicidad y de tu tristeza.

Atentamente,

Tu conciencia