miércoles, 7 de diciembre de 2011


Queridos Reyes Magos,

Este año no he sido ni buena, ni mala ni regular. Este año simplemente me he limitado a ser yo, creo que por primera vez en mi vida.
He intentado ser buena en lo mío y no hacerlo demasiado mal en lo que no es mío.
He intentado agradar a quien lo merecía, y a quien se suponía que debía merecerlo.
He intentado que los que me rodean estuvieran alegres, que sufrieran lo menos posible y he intentado también que estuvieran orgullosos de mí.
Me he esforzado por conseguir lo que me proponía, y no he dudado en sacrificarme por lo que he estimado oportuno.
Con todo esto y mucho más que no os escribo para no aburriros, he de confesaros que no he conseguido ser feliz. Por más que lo he intentado, no he logrado la tranquilidad que se le presupone al que hace las cosas bien.
Y la verdad, que tras mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que me hace falta algo. Bueno, más bien, varios “algos”. Y aquí es donde entráis vosotros, que para eso sois magos.
Creo que me hace falta un despertador. Uno bien bonito y que me hable bajito por las mañanas, que siempre se despierte de buen humor y me dé los buenos días.
También he echado en falta una manta, calentita, por favor. Que me abrace bien fuerte por las noches y que me quite un poco este frío que tengo desde hace meses.
Me gustaría que me trajerais también un calendario, de estos que se cuelgan en la pared, con todos los días pintados de rojo, con trescientos sesenta y cinco planes sólo para mi.
Si no es mucho pedir, también me gustaría tener un espejo de tamaño real. Para que llore cuando yo llore y que se ria cuando yo me ria.
No me vendrían nada mal unos brazos bien fuertes, para cogerme cuando yo no pueda dar ni un paso.
Un libro que siempre tenga una historia para mí, y unas orejas bien grandes que nunca se cansaran de escuchar mis tonterías.
Por último, siempre he querido tener un casco, me da igual que sea feo, para que me resguarde de los golpes que me tiene que dar la vida.

Sé que son muchas cosas, pero todavía tengo un deseo más: si pudierais enviármelo envuelto en carne humana, así como con forma de persona, y que soltara un “te quiero” de vez en cuando, mejor que mejor.

Por el nombre no os preocupéis, que voy a tener toda la vida por delante para buscarle el que más me guste.

jueves, 28 de julio de 2011

Esta luz.


Sacas las palabras de nosédonde.
Te inventas vocales que no creo que existan más allá de ti. Ni de mí. A lo mejor.
Rodeas una realidad absurda con tus dedos. Y sacas algo maravilloso. Un conejo blanco de pelo brillante y suave, de un sombrero roto y feo.
Tienes magia entonces, imagino.
Calculas cada segundo que pasa entre tu sonido y mi sonrisa. Y eso también es arte. Para mí, el más genuino. Irrepetible. Fantasmagórica capacidad de hacerte alguien imprescindible en un instante.
Para después volver a la mundana realidad que te ensucia la ropa y te quema las manos. Mediocridad sin más remedio unida a la tranquilidad de quien se sabe capaz.
Y eso asusta.
No recuerdo a la última persona que me crucé que supiera de sus límites, tanto como tú.
¿Acaso alguna vez he pensado que no los hubiera? Sí, claro, y unirme al universo en una armonía imperecedera y perfecta hasta formar un solo ser. Estupendo. Quizás cuando me reencarne en polvo de estrellas.
Límites. Limitaciones. Mediocridad llevada al extremo. Al extremo de saber donde acaban los dedos de mis pies.
Te admiro por ello.
Porque sé que escondes una capacidad inestimable. Creas sensaciones.
Piénsalo bien. Sensaciones. Sentimientos. Rabia. Inquietud.
Yo solo podría leerlas o escucharlas de lejos. Tú te las inventas. ¡Qué maravilla!
Y esto ya es el colmo de tu perfección. Que me saca de quicio. Y de vicio.
Eres capaz de crear lo que te venga en gana. Y aun así, sabes hasta donde. Hasta cuando.
Nunca he creído que el tiempo ponga a cada uno en su lugar. Si fuera así, no estaría yo aquí escribiendo palabras desajustadas. Ni tú imaginando mundos a mi lado.
Por eso, no espero que la suerte te acompañe. Ni que encuentres tu destino en los ojos de la gente. Ni en promesas en servilletas.
Lo que te deseo es que la vida te trate mal. Solo a ratos. Y que de las miserias que te toquen vivir saques palabras. Palabras que me sigan haciendo estremecer, y que por un momento, me toquen las ganas de ser algo mejor. Y que, como dice mi estimado Lluis Llach, un poc de sort, i que la vida ens doni un camí ben llarg.